lunes, 27 de enero de 2014

Esa mujer

Le daba vueltas al asunto. Qué quieren que les diga, la idea de poner una niñera me daba culpa, miedo, desconfianza. Me imaginaba un montón de accidentes que podían pasarle mientras yo no estuviera. Pero estaba claro que mi marido y yo necesitábamos una mano. Así que le pregunté a mi psicólogo por que me costaba tanto. El me dijo que, al margen de todos los miedos lógicos que tiene cualquier madre le parecía que yo estaba celosa porque iba a ser otra mujer con quién compartir a mi hijo. Tragué saliva, respiré hondo y pensé "Ah claro, por más que me haga la mami progre, como diría Roxi, de esto a convertirme en la suegra que ninguna desearía tener, hay un pasito. No les voy a negar que la sola idea de que otra iba a criarlo, así fueran dos horas una vez por semana, me ponía loca. Qué va a saber ella de mi bebé, mirá si me pasa como a una amiga que el bebé lloraba cuando se iba la niñera. Una catarata de ideas egoístas y egocéntricas. Igual tomé coraje y empezamos la adaptación. El día que vino no sólo pude ir a la pileta sino que pude compartir con otra mujer que ya tiene experiencia (porque crió dos hijos), mis preocupaciones de madre primeriza. Y resultó que me calmó, me escuchó y me dio su opinión. Y después de compartir a mi hijo con esa mujer, me sentí un poco más adulta y todo fue mejor.

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