sábado, 1 de abril de 2017

Se acabaron las princesas

Cuando yo era chica no jugaba con ser Cenicienta ni Blancanieves, yo jugaba a ser Leia Organa. Esa princesa guerrera que encabezaba la resistencia contra el malísimo Darth Vader en Star Wars, esa que no sucumbía con el primer beso de Han Solo y que era capaz de cualquier cosa para desafiar al que la coqueteaba como besar a su propio hermano. Para mí esa princesa era mucho más atractiva que las que se sentaban amablemente a esperar ser rescatadas por el príncipe azul. Me fascinaba imaginar que manejaba naves espaciales peinada con esas trenzas y rodete que la hicieron famosa a Leia. Mi primer mascota fue una cobaya, se llamó Leia, mi primer cuenta de email también.

Se murió Carrie Fisher, la actriz que había llevado a la pantalla grande y que había convertido a ese personaje de fantasía de George Lucas en una gran mujer.  Carrie también era una antiprincesa, era bipolar, había tenido serios desbordes con el alcohol y las drogas, y no siguió la carrera prometedora que podría haber iniciado con la fama de Leia. Carrie era tan imperfecta y adorable como Leia.

Desde que convertí a mi hijo en la fé del fanatismo de Star Wars me siento hermanada en una religión  que supera nuestro vínculo madre hijo. Nadie me había advertido cuánto puede disfrutar uno compartiendo con un hijo aquello que uno adora. Y la verdad es que nos encanta cantar las canciones de la saga (sabemos tres distintas) y a él le divierte sorprenderme en momentos inesperados con el tarareo de alguna y que yo me derrita de amor. Jugamos a pelear con sables láser lo que me llevó a establecer una distinción caprichosa entre espadas y armas. Las espadas están permitidas en nuestra zona de juego, el resto de las armas no. Y repetimos partes del guión como cuando Han le dice "te amo" y ella le contesta "Ya lo sé", o cuando Yoda intenta entrenar al joven Luke en el pantano "Siente la fuerza. La fuerza está en las piedras, en el aire, está entre tú y yo".

Nuestro amor por estas películas trasciende la pantalla. Mi hijo entiende el mundo en clave Star Wars y eso me enorgullece porque tiene un mensaje humanista, de respeto por el otro, de compromiso con lo justo, de no violencia, y de cultivar los mejores sentimientos dentro de uno. El otro día leíamos el libro de Juana Azurduy de la colección Antiprincesas, y me preguntó si Juana sabía luchar como Leia. También me preguntó si la mujer con rodete que está en el billete de cien pesos era Leia y le expliqué que era otra princesa llamada Eva Perón, pero no me creyó.

En diciembre Leia llegó al límite de su imperfección y decidió abandonarnos. ¿Qué princesa termina muerta? Sólo las que pasan a la inmortalidad.