jueves, 10 de diciembre de 2015

El recreo

Para los que no se enteraron las mamis también nos calentamos. Y lo digo literal, nos calentamos con fantasías, con recuerdos de cuando no éramos mamis, nos calienta pensar en los hombres que tuvimos antes que nuestros maridos y en las aventuras que podríamos tener. Ser mamis nos da una impunidad que antes no teníamos, como el permitido en la dieta de un gordo. Porque no se espera de nosotras una conducta sexuada. La maternidad inaugura esa tensión en una: antes eras deseable, ahora con tu bebé ya no. 

Algo en lo que estamos de acuerdo con mis amigas es que nos divierte encontrarnos haciendo cualquier cosa, sobre todo las más mundanas como prepararles la comida a nuestros hijos, ir a las reuniones del jardín, hacer las compras o estar en la sala de espera del pediatra teniendo fantasías. Y la conclusión es siempre la misma, recordar cómo nos sentíamos antes, cómo éramos de sexys, de atrevidas. Cómo disfrutábamos de esa libertad de mujeres solteras con la que nos comíamos el mundo, y bueno, también a los hombres. Porque hay un tema, un papi paseando con su bebé es re morfable, en cambio una mami paseando con su bebé es categoría no garchable. Yo misma vi esas miraditas evasivas cuando amamantaba a mi hijo. Antes los hombres daban cualquier cosa por verte una teta pero ahora que la están viendo succionada por tu bebito giran sus caras, se incomodan, no te pueden ni ver. 

Para toda mujer que atravesó la maternidad el cuerpo es solo la punta del iceberg de las transformaciones. Cuántas de nosotras llegamos al top ten de la calentura estando embarazadas justo cuando nuestros hombres no querían ni tocarnos porque les dábamos impresión. Sepan queridos hombres que durante el embarazo somos un cocktail perfecto de hormonas y vasos capilares irrigadísimos de sangre, que nos ponen en la mejor condición física para disfrutar de un encuentro íntimo, claro a excepción de un detalle, la panza. Entonces, pasar de ser una circunferencia a volver a las curvas que teníamos es una cálculo geométrico por lo menos complejo. Volver a erotizar un cuerpo en función de un hombre cuando está puesto en función de un bebé, cuesta mucho. Que tus tetas vuelvan al dominio de tu macho mientras estás amamantando ¡ni qué hablar! Cuántas de nosotras tuvimos relaciones con el corpiño o la remera puesta bajo el lema "con las tetas no se jode". 

El tema es que nosotras seguimos calentandonos. Hace poco una amiga viajaba en colectivo con su hijita mientras miraba a un tipo y pensaba qué pasaría si le dijera "¿da para un garche?". Otra es maestra jardinera y tiene la suerte de que el profe de Educación Física del cole entrene justo (con esos joggins con los que se les marca todo) frente a la ventana del aula donde está ella cantando con los niñitos mientras piensa las cosas que le haría. Otra, recién separada, se enamora de todo hombre que entra a la casa a hacer arreglos: el chico del cable, el electricista, el que arregla la compu. Y es que cuando una está devastada por el cansancio, la rutina, los hijos, el mínimo gesto de amabilidad nos devuelve al paraíso en un segundo. Y así vamos por la vida, subsistiendo en medio de las tensiones, recreandonos como mujeres porque cuando una está entregada a la crianza de un hijo las fantasías irrumpen como un merecido recreito.