martes, 24 de junio de 2014

En construcción

Tenían que pasar nueve meses para que me volviera a sonreír el alma. Fue sin esperarlo y sin darme cuenta que una mañana de estas frías en las que la vereda esta llena de hojas, salía para ir a trabajar y mientras caminaba por Dorrego hacia la B del subte, me di cuenta. Había vuelto a ser feliz. Sonreía.
Dicen que los bebés humanos tienen nueve meses de gestación intrauterina y nueve más, de maduración extrauterina. Nacen precoces, por decirlo de algún modo, y a los nueve meses cuando ya comen sólido (además de la leche), mueven sus manitos y pueden agarrar cosas, se paran y pueden desplazarse, se los considera no tan dependientes. Después de un paso turbulento por la crisis del octavo mes (que coincidió  con mi momento más crítico, existencial) mi bebé casi que duerme de corrido. Eso nos cambió la vida, a mi y a mi marido.
"Estás en reconstrucción" me dijo María Pichot. Y yo me imaginé como una obra sin terminar con la faja de peligro puesta, con mucho movimiento: carretillas cargadas entrando y saliendo llena de escombros; con un volquete lleno de sobrantes, cosas viejas y cosas que hay que dejar; apuntalada con esas maderas del encofrado que es esa estructura que permite rellenar con hormigón hasta que se seca y puede sostenerse sola. Para rearmar mi estructura tuve que buscar "nuevos lenguajes" como lo llamó María, y recurrir a la Homeopatía. Les juro que ahora soy fan. Después de haber visto el cambio que generó en mí, quiero que todo el mundo goce de sus beneficios. Me dieron un liquidito en un gotero muy vintage y con nombre de superhéroe "Phosphorus". El me salvó, logró aplacar las migrañas premenstruales, la tristeza y me devolvió la seguridad interna que había perdido. Ya no tengo miedo a la noche ni me siento desamparada. Estoy de mejor humor en general y aunque no logro controlar algunos arrebatos como gritarle a un auto porque me pasó cerca o lanzar puteadas tan seguido que provoco al risa de mi marido, "te prefiero así, me empezás a resultar divertida", siento que me saqué un peso de encima.
Como una obra en construcción pasaron nueve meses para que fraguaran los materiales de mi nueva subjetividad. Recién ahora puedo pensar en que el bebito nació y nos quedó pendiente hacer la cocina. El embarazo llegó ni bien nos mudamos, antes de que pudiéramos refaccionarla. 


Este post va dedicado a mi amiga Ceci, fan de la Homeopatía.

miércoles, 18 de junio de 2014

Madre primeriza y miope

Ser madre primeriza no es tarea fácil. Si encima de eso tenés una mascota, es menos sencillo. Y si para colmo tenés dos mascotas, dos gatitas que hasta que nació tu bebé eran tus nenas mimadas, uf! Pero imaginate si además de eso, una de tus gatas es sorda, como en mi caso, y no sabe maullar a volumen gato promedio y tira unos alaridos disonantes a volumen grito. Bueno, definitivamente la cosa se pone áspera.
Me levanto una mañana, como todas en las que Rubí se cuelga de la manija de la puerta de nuestro dormitorio para entrar y yo corro atrás de ella para retarla porque no quiero que despierte al bebito. Entonces llego a la cocina porque Atenas, la sorda, ya empezó a gritar por su comida. Pero no me da tiempo y tira la lata del alimento que hace un estruendo latoso contra el piso de la cocina. La reto, le digo que se calle, pero ella no me escucha y grita pidiendo mimos. Le hago unas palmaditas en el lomo, sin ganas, porque estoy pensando en volver a la pieza, a aprovechar los minutos que me quedan antes de que se despierte el bebito. 
Después de un rato nos levantamos todos: el bebito, mi marido, las gatas y yo. En el living descubro un olor fuertísimo y temo le peor. Le digo a mi marido "Estas hicieron pis adentro". Me doy cuenta que habíamos olvidado las piedritas en el patio y entonces me pongo a buscar como loca dónde hicieron pis. Encuentro el peor lugar donde pudieron haberlo hecho y entiendo el mensaje. Algo así como "Fuimos desplazadas por este nuevo ser que nos manotea torpemente y nos persigue por la casa, estás de mal humor, nos retas todo el tiempo y ya no jugas con nosotras". Elucubro todo eso en mi cabeza y me siento cupable pero me enfurezco porque ellas hicieron pis en el huevito. 
Así arranca mi día: el bebito que pide un cambio de pañal porque se hizo caca, las gatas que mearon adentro, yo de rodillas en el baño lavando la funda del huevito con un cepillo. Me siento la Cenicienta del cuento, en pijama, sin haberme podido lavar los dientes con un universo de vocesitas clamando ser atendidas.
Me voy a trabajar y vuelvo corriendo, no llego, se va la niñera así que me tomo un taxi. En el taxi me hago consciente del agotamiento, se me caen las lágrimas pero no quiero llegar a casa y que me vean así. Para disimular me pongo los lentes de sol, unos RayBan que son enormes y me tapan la cara. Le pago, me bajo corriendo y entro a casa. Justo a tiempo, se va la niñera. Me hago unos mates y todo se ve muy oscuro, tengo puestos los lentes de sol, lanzo una puteada porque me dejé los anteojos en el taxi.
La jodita del olvido me sale carísima: una visita sin turno al oftalmólogo porque eran el único par de anteojos que tenía "Con tu miopía y astigmatismo tenés que tener uno de repuesto" me reta el médico, rogar en la óptica que me los hagan lo antes posible, andar dos días con anteojos de sol en la oficina siendo el blanco de preguntas "estás bien? te pasó algo?" y $500.
Tener dos gatas, una de ellas sorda, ser madre primeriza y miope, uf! Puede convertir tu día en una imagen borrosa que prefieras olvidar.



miércoles, 11 de junio de 2014

Fútbol, hombres y maternidad

Fútbol, hombres y maternidad pueden ser otra combinación explosiva. Sobre todo si como yo, sos cero futbolera y esperás con más emoción el Festival de Cannes que el Mundial. Estar embarazada de un varón me significó tener que mirar todo el campeonato porque era el deseo de mi marido que el bebito palpitara a su equipo desde la panza. Eso fue una verdadera prueba de amor pero lo de este año, qué quieren que les diga, eso de ponerme la camiseta de Argentina, de comprarle una a nuestro hijo y estar los tres de celeste y blanco, me da pánico. Además convengamos que las camisetas esas le quedan bien sólo a las modelos tetonas.En ellas quedan sexys pero en mí que mido metro y medio y apenas tengo aumentado un talle de corpiño porque sigo amantando.... Creo que si la Selección me viera con la remera no saldría ni a la cancha.
Además les tengo  que confesar que ya me siento como La loca de mierda de Malena Pichot y eso me preocupa. Mi marido es de Lanús y se llama Daniel, y siento que en cualquier momento encuentro un banderín en mi cocina y le digo que da a grasa. 
La diferencia es que yo vivo con este hombre, él ya entró en mi vida hace 7 años, él y su fútbol. Justo conmigo que soy un ratón de biblioteca menos popular que Nativa, esa bebida que Coca Cola sacó de circulación porque nadie consumía, sólo yo, claro, que no tomo gaseosas. La diferencia es que él no es un mamerto como el Daniel de La loca de mierda, y como lo amo dejé entrar el fútbol a mi vida y eso fue un camino sin retorno. Ahora nuestro bebito tiene dos credenciales, la de Lanús y la de Osde.
Hoy empieza el mundial, el domingo juega Argentina y nuestro bebito va a ser testigo de la humillación más absoluta: su madre vestida con la camiseta de la Selección preparando flan casero para el partido.

Este post va dedicado a mis amigas futboleras: Nati, Flor C, Flor O y Lau. 

domingo, 1 de junio de 2014

Políticamente incorrecta

Hay reacciones que no me pertenecen o que por lo menos no iban conmigo antes de ser madre. Ahora todo parece haber cambiado. No estoy exagerando pero hay comentarios que hubiera controlado, medido, intentado dentro de lo políticamente correcto. Hoy no logro frenar el impulso. Igual les confieso que aunque me hacen poner colorada estos arrebatos resultan tan liberadores, que pienso cómo no lo hice antes.

"Juntá todo que nos vamos"
Irme de un evento social repentinamente sin dar explicaciones me parecía de mal gusto. Estábamos en una quinta, nuestro bebito tenía tres meses. Hacía un calor de morirse, había mosquitos, todo pegajoso. Mi marido estaba en el quincho con nuestro hijo porque ahí estaba un poco más fresco. Al rato, una horda de mujeres lo habían rodeado y se pasaban a mi bebé de brazo en brazo mientras él lloraba a los gritos. Llegué al quincho y ellas me dijeron "No te preocupes entre todas te lo calmamos". Murmuré "quién..." y pensé "quién te lo pidió?" pero no sabía si mi marido les había dicho algo. Traté de pensar en algo rápido mientras ellas me decían "tiene hambre por eso llora así" "tiene sueño, no se puede dormir" y se lo cambiaban de brazos mientras me daban indicaciones. "Andá tranquila, nosotras nos encargamos" parecían las brujas de algún cuento. Me enfurecí, lo miré a mi marido y le ordené delante de todas "juntá todo que nos vamos". Les arrebaté a mi hijo y abandoné el lugar.
Por qué esas tres mujeres suponían que mi marido necesitaba de cierta presencia femenina? Por qué entonces cuando llegó la madre de la criatura, osea yo, no me lo daban e insistían en resolverlo ellas? Es que me estaban viendo como una primeriza inexperta que no sabían cómo proceder, lo que es carecer de criterio porque como les dije hacía calor y estaba insoportable, cómo mi bebito no iba a estar molesto.

"Qué le diste?"
Llegamos a nuestro primer cumpleaños de amigos con hijos, el homenajeado cumplía un año. Al rato mi hijo estaba a upa de una mina que no me cae muy en gracia. No obstante, no soy una madre posesiva y lo dejo, que vaya con otros, que ande por ahí. Ojo, siempre relojeando. De pronto veo que la mina se está comiendo una hamburguesa y que mi bebito mastica algo, sentado en su regazo. Se me transforma la cara y con el pelo volando cual Tormenta de X Men le digo elevando el tono "Qué le diste?!". Me responde con otra pregunta "Lo tenès naturista al nene?. Yo que la quiero matar por lo que acaba de hacer y por lo mal construida de la frase, no le digo nada pero ella insiste. "Te lo pregunto por cómo me hablaste...". Ah! no puedo creer tanto descaro! Le explico que él todavía no come y menos hamburguesa. Me sigue discutiendo y yo ya no puedo creer su nivel de caradurez. "Pero él ya tiene más de seis meses, no?" me dice. Le explico que todos los bebés no comen a la misma edad y que además tiene que tener en cuenta que podría ser celíaco, diabético, vegetariano o qué se yo qué. Pero que no se le da de comer a un bebé que no conocés sin preguntarle a su madre. Otra vez le digo a mi marido furiosa "Nos vamos".

"Vieja chota"
Insultar en público? jamás hasta que... Estaba en la cola del banco y había un padre con un bebito que lloraba, tenía la carita roja y los moquitos le chorreaban de la nariz. Le digo al de seguridad si no lo podía dejar pasar, él asiente y lo acompaña al primer lugar de la fila. Yo seguía manteniendo contacto visual con el padre y él me explica que está así porque venía de vacunarlo. Se me estrujó el alma, quise abrazarlo. La señora que era la próxima en pasar lo mira y le dice que va a pasar ella porque ya había hecho toda la fila. "Qué?" grito yo "Cómo podés ser tan egoísta? No te das cuenta que tiene un bebé y está llorando?". Nadie adhirió a mi apreciación y hasta el papá del bebito me hizo un gesto de no importa. Pero yo estaba indignada, cómo podía ser tan chota? Arremetí "Sos una vieja chota" mientras la mujer se metió en el box de las cajas.