miércoles, 16 de abril de 2014

Quejosa

No quiero ser una quejosa me repetía a mi misma, pero desde que quedé embarazada no paraba de quejarme. Empecé quejándome por no encontrar un obstetra que me comprendiera en lugar de hacerme sentir una ridícula con ideas naif acerca del parto, hasta que después de seis visitas logré dar con el doctor que me dijo "ojalá que yo ni tenga que ponerme los guantes... la semana pasada le armé a una chica para que lo tenga en el piso". Seguí quejándome porque además de las náuseas, las palpitaciones, la baja presión, los dolores de cabeza, cintura, tetas y ovarios; sentía que mi embarazo no era lo que había soñado, hasta que una amiga me dijo que fuera a ver a María Pichot y gracias a ella entendí que lo que me estaba pasando tenía que ver con asumir un rol activo en un momento tan fundacional para una mujer. "Algunas mujeres no se preguntan nada, no tienen inquietudes y otras, como vos, eligen preguntarse, tomar decisiones y para eso hay que tener mucho coraje", me dijo en nuestro primer encuentro. Me quejaba por desconocerme, por no entender qué me estaba pasando, los cambios de humor me habitaban con tal intensidad que era como estar en medio de un tsunami hormonal. 
También me quejé cuando, con mi bebito recién nacido, me sentí más sola que nunca en la vida, pero más que soledad lo que tenía era desolación. Me quejé porque sentía que no tenía ayuda, que estaba triste y que a pesar de que mi hijo estaba sano yo no era feliz. Hasta que un día hablando con mi amiga Eleo tomé conciencia de mi situación: estaba puérpera y eran tiempos de llorar y patalear. Me dijo que dejara de resistirme que no intentara ser pensante, medida y racional. Le dije "Tenés razón, a partir de hoy voy a militar mi puerperio, voy a embanderarme en mis hormonas". Y pude deprimirme sin culpa y también pude salir de esa depresión.
"La queja no es mala, al contrario -me dijo mi analista- es el principio de la cura. Sin queja no hay posibilidad de cambio, de transformación". Según él, ahora la queja goza de mala prensa en detrimento de un estar bien que anula nuestra capacidad de auto observación. Mi experiencia es que sin la queja no hubiera podido atravesar este proceso. Nunca me hubiera enterado de qué se trataba el parto respetado, nunca me hubiera sentido una mujer libre y orgullosa de haber defendido mis deseos frente a un sistema (sanitario, social y cultural) que si te puede hacer encajar en el moldecito mejor.

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