jueves, 10 de diciembre de 2015

El recreo

Para los que no se enteraron las mamis también nos calentamos. Y lo digo literal, nos calentamos con fantasías, con recuerdos de cuando no éramos mamis, nos calienta pensar en los hombres que tuvimos antes que nuestros maridos y en las aventuras que podríamos tener. Ser mamis nos da una impunidad que antes no teníamos, como el permitido en la dieta de un gordo. Porque no se espera de nosotras una conducta sexuada. La maternidad inaugura esa tensión en una: antes eras deseable, ahora con tu bebé ya no. 

Algo en lo que estamos de acuerdo con mis amigas es que nos divierte encontrarnos haciendo cualquier cosa, sobre todo las más mundanas como prepararles la comida a nuestros hijos, ir a las reuniones del jardín, hacer las compras o estar en la sala de espera del pediatra teniendo fantasías. Y la conclusión es siempre la misma, recordar cómo nos sentíamos antes, cómo éramos de sexys, de atrevidas. Cómo disfrutábamos de esa libertad de mujeres solteras con la que nos comíamos el mundo, y bueno, también a los hombres. Porque hay un tema, un papi paseando con su bebé es re morfable, en cambio una mami paseando con su bebé es categoría no garchable. Yo misma vi esas miraditas evasivas cuando amamantaba a mi hijo. Antes los hombres daban cualquier cosa por verte una teta pero ahora que la están viendo succionada por tu bebito giran sus caras, se incomodan, no te pueden ni ver. 

Para toda mujer que atravesó la maternidad el cuerpo es solo la punta del iceberg de las transformaciones. Cuántas de nosotras llegamos al top ten de la calentura estando embarazadas justo cuando nuestros hombres no querían ni tocarnos porque les dábamos impresión. Sepan queridos hombres que durante el embarazo somos un cocktail perfecto de hormonas y vasos capilares irrigadísimos de sangre, que nos ponen en la mejor condición física para disfrutar de un encuentro íntimo, claro a excepción de un detalle, la panza. Entonces, pasar de ser una circunferencia a volver a las curvas que teníamos es una cálculo geométrico por lo menos complejo. Volver a erotizar un cuerpo en función de un hombre cuando está puesto en función de un bebé, cuesta mucho. Que tus tetas vuelvan al dominio de tu macho mientras estás amamantando ¡ni qué hablar! Cuántas de nosotras tuvimos relaciones con el corpiño o la remera puesta bajo el lema "con las tetas no se jode". 

El tema es que nosotras seguimos calentandonos. Hace poco una amiga viajaba en colectivo con su hijita mientras miraba a un tipo y pensaba qué pasaría si le dijera "¿da para un garche?". Otra es maestra jardinera y tiene la suerte de que el profe de Educación Física del cole entrene justo (con esos joggins con los que se les marca todo) frente a la ventana del aula donde está ella cantando con los niñitos mientras piensa las cosas que le haría. Otra, recién separada, se enamora de todo hombre que entra a la casa a hacer arreglos: el chico del cable, el electricista, el que arregla la compu. Y es que cuando una está devastada por el cansancio, la rutina, los hijos, el mínimo gesto de amabilidad nos devuelve al paraíso en un segundo. Y así vamos por la vida, subsistiendo en medio de las tensiones, recreandonos como mujeres porque cuando una está entregada a la crianza de un hijo las fantasías irrumpen como un merecido recreito. 


jueves, 12 de noviembre de 2015

Los actos del jardín

Los actos del jardín son una cosa tremenda a la que estamos expuestos desde el momento que nuestro hijo entra al sistema educativo. Por suerte mi hijo se enfermó en todas las fechas patrias y zafé de casi todos, excepto del del día de la madre. Por alguna extraña razón me entusiasmó la idea de ir, la notita decía que lleváramos algo para tomar y comer, y yo ilusa, pensé que íbamos a desayunar con ellos en la salita. Pero no, se trató de una celebración con mucho volumen, micrófono, música y consignas que la verdad a mi me sonaron más a despedida de soltera (esas a las que no iría jamás) que a fiestita del jardín. Ojo, estoy conforme con el jardín pero definitivamente no compartimos la misma idea de lo que es una celebración. Me acuerdo de la reunión en marzo cuando me pusieron una carita feliz en la solapa y tuve que jugar con otros papis a no sé qué cosa. ¡Casi salgo corriendo!

Mi amiga Cris me contó que en la entrevista que tuvo su marido para el jardín nuevo al que cambiaron a su hija le contaron del acto de fin de año que hacen los papis para los chicos.  Y le preguntaron en qué grupito se veía colaborando. Pusieron una cartelera con distintas hojas que anuncian "Comisión de vestuario", "Comisión de escenografía", "Comisión de Actores" y así todas las comisiones que uno pueda imaginar que se desglosan de una obra de teatro. Yo me pregunto, ¿por qué no forman un sindicato si les gustan las comisiones de trabajo o se postulan para legisladores? Acaso el jardín no es el lugar a donde mandamos a nuestros hijos para poder ir a trabajar y, si nos queda un ratito, hacer algo para nosotras mismas.

Alguien me dijo que es para que los padres se involucren en el jardín. Bueno, en principio creo que no se puede forzar esa relación, uno se involucra si le interesa, si puede, si tiene tiempo, etc. En segundo lugar cada uno tiene sus maneras de involucrarse. Por ejemplo, hace un tiempo visité a la directora con una nota en la que una periodista explicaba los perjuicios de los juguitos instantáneos sobre todo en la primer infancia. Y como contraprestación le llevé otra hoja con una serie de recetas alternativas de tés fríos saborizados, limonadas, bebidas frescas para la merienda que se pueden preparar de manera sencilla y con poca plata. La misma que sale un sobrecito de colorantes, conservantes y saborizantes. Si eso no es comprometerse con la alimentación de mi hijo y de los demás niños que van al jardín.... bueno, díganme qué es. Miren qué arrojo de compromiso el mío que hasta me ofrecí a llevarles plantines de menta y cedrón para que tuvieran aromáticas frescas y libres de agrotóxicos. 

En fin, les recomiendo que en lugar de anotarse en alguna rara comisión o de seguir cosiendole lentejuelas al disfraz vayan a ver La obrita de teatro de Según Roxi. Aca les dejo un adelanto de la versión para televisión:


martes, 27 de octubre de 2015

Sostener

Había ido a la pediatra de mi hijo a buscar un certificado para el jardín. Llegó una mujer con su bebito colgando de uno de esos arneses que se usan en el pecho. También llevaba un bolso cargadísimo y una expresión de cansancio. Se sentó a mi lado. Tres meses tenía ese michelín regordete. Le conté que yo tenía un hijo de dos años y ella me respondió "¿se sobrevive?". Me preguntó temerosa si le cuidaba a su hijo mientras ella iba al baño. Recordé cuán difícil se hacía cualquier cosa cotidiana, como ir al baño en aquel entonces. Me había metido con el carrito en lugares que apenas entraba un inodoro. Si habré hecho pis con la puerta abierta, espiándolo y cantándole para que no se asustara. Así es como aprendes la simultaneidad, ese don que tenemos las madres de hacer dos cosas al mismo tiempo con la misma dedicación. Conversar con una amiga de sus problemas mientras entretenes a tu bebé con juguetes de peluche y cantitos. O  leer el diario con una mano mientras con la otra sostenes la cabeza de tu bebé para que encaje perfectamente la succión de tu pezón.

La idea de quedarme con ese bebito me entusiasmó enseguida. Sostener de nuevo a un ser tan desprovisto de habilidad para el movimiento me conmovió. La cabecita que se le iba para un lado y repiqueteaba tórpida me recordó qué difícil era sostener ese cuerpito que, a pesar de ser pequeño, es como un flan que se te escapa entre los dedos. (En esos momentos todo se te escapa entre los dedos). Lo sostuve y le canté algo que inventé en el momento. A cambio, él me sonrió. Su mamá hizo pis tan rápido como Clark Kent cambiándose en la cabina de teléfono. Pensé, sin intención de juzgarla, que yo ni loca hubiera dejado a mi bebé con alguien que no conociera. Recordé la vez que habíamos ido a pasear con unas amigas y nuestros bebitos a un shopping (único lugar que nos permitía salir de nuestras casas con bebés de pocos meses en pleno Enero). Nos habíamos conocido en Yoga para embarazadas, hacía poco tiempo pero nos apoyábamos en todo. Bueno, recuerdo que nos turnamos para cuidar los cochecitos mientras íbamos al baño y recuerdo la angustia de haber dejado a mi bebé ahi. Me perseguía la fantasía de salir y que ya no estuviera. En realidad tenía miedo que me lo robaran de cualquier lado. 

Sin embargo, esta mujer acababa de saludarme y ya me confiaba lo más preciado. Cuando salió del baño y le devolví a su bebé le hice un chiste y nos pusimos a charlar. "Y vos, cómo la llevás?" le pregunté. Me contó que era madre soltera y que estaba sola con su bebé. Casi la abrazo, quise darle tranquilidad, contención. Quise hacer algo más que sostener a su bebé. Quise que sintiera que ella iba a salir adelante, como lo hice yo. Quise abrazarme a mi misma dos años atrás y darme la paz que no tuve. Pero me llamó la pediatra, entré al consultorio y cuando salí ella ya no estaba ahí. 


Este post va dedicado a ese grupo de mujeres que conocí con panza y a otras que conocí unos meses mas tarde en un taller de música para bebés. Ellas fueron y todavía son un verdadero sostén. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Como Mi amiga del parque

La última película de Ana Katz habla de la maternidad sin que ésta ocupe el hilo central de la historia. Logra contar qué nos pasa a cierto grupo de mujeres entre las que me incluyo, cuando tenemos un hijo. Lis es una joven de clase media, universitaria, escritora, recién mudada, que está sola en sentido literal y figurado (¡cualquier similitud con mi vida es pura coincidencia!). Pero en lugar de padecer el encierro al que terminamos condenadas con un bebé recién nacido (¡tardé 20 días en poder salir a pasear con mi hijo!), Lis sale a la plaza, aunque haga frío, aunque tenga que bajar mil escalones con el carrito, aunque no comparta las conversaciones con las demás mamis del arenero. Y así de manera intuitiva encuentra compañía en esa tribu que se arma en los juegos de la plaza, en los grupos de crianza, en los encuentros de música y canto. Porque estar sola con un bebé es lo peor que te puede pasar. Una mujer que pasó de tener su vida, social, profesional y de pareja, pasa de golpe a estar la mayor parte del tiempo en la casa (algo que no hacía porque salía a trabajar) sola y al servicio de otro ser, recortada de todo ese entorno que la hacía ser ella misma. 

Entonces Lis se fascina con esta nueva amiga que le propone cosas alocadas, divertidas y también angustiantes, pero que por lo menos la sacan del llanto en la ducha a escondidas del bebé. ¿Quién no lloró mientras se bañaba con el bebé metido adentro del baño? ¿Quién no fantaseó con un beso a escondidas que la salve cuan príncipe azul de la maldición del llanto eterno de un recién nacido? Esas cosas alocadas nos pasan a cierto grupo de mujeres cuando nos convertimos en madres y quedamos tomadas por completo por este nuevo rol que no tiene recreo. La sensación de un tiempo fuera como esa carrera en la plaza de Lis con sus nuevas amigas o ese beso arrebatado, son las cosas que nos hacen sentir que no dejamos de ser lo que éramos, que por un momento efímero seguimos siendo nosotras. Yo me tiré de cabeza al subte que me devolvió al microcentro en pleno diciembre. Se me terminaba la licencia y era más grande el deseo de volver a algo mío que la culpa por dejar a mi hijo de tres meses. La relación idílica con la lactancia era otra frustración de las que ya venía acumulando, esa sensación de que nada era como lo había imaginado. Y la culpa que también embarga a Lis y salir corriendo de cada momento de disfrute propio. Yo también corría para todos lados, bah, mis tetas corrían. Corrían vacías al laburo previa mamada de mi hijo, corrían al baño de la oficina a juntar la leche cuando empezaba a mojarme la camisa, corrían llenas de regreso a casa mientras su papá lo entretenía para que aguantara y llegara a darle. Agotador pero yo tenía la convicción de que quería darle mi leche y hoy creo que lo haría así también.

A cierto grupo de mujeres entre las que me incluyo, la tensión entre el disfrute personal y la culpa nos resulta algo con lo que tenemos que aprender a lidiar. Parecía una locura cuando me escapaba a tomar un café y a leer un libro, y sentía haber traspasado un límite como si me estuviera reventando el sueldo en el casino. Pero aprendí a surfear las contradicciones del ser madre, sobreviví, y creo que haber respetado la necesidad de hacer cosas mías como volver a las clases de yoga, empezar pileta o retornar al trabajo me salvaron de no ser una madre frustrada. Eso y haberle transmitido a mi hijo la convicción (como podía) de que mamá se iba para volver a casa siendo más feliz. Mi ecuación era mujer feliz-madre feliz, aunque en esos momentos la felicidad me costara y pareciera un inalcanzable.



Este post se lo dedico a Ana Katz y a las mujeres que contribuyen con sus relatos a crear otras narrativas del ser madre. Ignoro si el film será autobiográfico pero yo encajé en cada punto de la constelación de Lis. Hacer catarsis con el llanto y la risa, me permitió seguir sanando aunque hayan pasado dos años y los malos momentos parezcan  haber quedado atrás.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Como Perdidos en Tokio

Mi hijo cumplió dos años. El flashback con aquel día fue inevitable, aunque este fuera un día primaveral y no de tormenta como aquella medianoche en la que nació. Aunque en este yo estuviera feliz en lugar de aterrada, y aunque en este mi hijo y yo amaneciéramos de a dos y no de a tres como en la clínica. En Perdidos en Tokio, Bill Murray le dice a esta universitaria recién casada que encarna Scarlett Johansson "El día que nace tu hijo es el día más aterrador de tu vida porque todo lo que conocías hasta ese momento está a punto de desaparecer". Aquel septiembre de 2013 Santa Rosa se había demorado y conmigo cayeron un montón de parturientas que fueron llenando todas las habitaciones de la clínica. Afuera caían truenos y centelleaban relámpagos, veía cómo los árboles se agitaban en la tormenta mientras que en la habitación empezaba a agitarse mi propia tempestad. El reto de la enfermera por no habérmelo puesto en el pecho, la boquita desesperada de mi hijo que patinaba sobre un pezón sin forma, mi desesperación y la sangre que brotando junto con el calostro. 

Si me preguntan si me lo imaginaba así, aquello no y esto tampoco me lo imaginaba. Sus dos añitos separada del hombre con el que había querido convertirme en madre, y siendo feliz a pesar de esto o incluso con esto. Pero tampoco imaginaba que en mi se iba desarrollar este tipo de amor inclasificable que se lleva el mundo por delante y se me dio por llamarlo como carne y uña.  Tampoco imaginé que iba a ceder tan fácil al primer mamá para pasarlo a mi cama, cuando en algún momento de la madrugada pide por mí y resulta ser una delicia para los dos pasarnos un ratito acurrucados. Atravesamos momentos difíciles pero ahora que somos como carne y uña, me estallo de la risa ante sus gracias y él se esmera por hacerse el payaso y hacerme reír de nuevo. Ahora que somos como carne y uña corro por la vereda atrás de la pelota que el se insiste en patear a la zanja. Ahora que somos como carne y uña los dos nos ponemos los delantales de cocina, él arriba de un banquito y comparte una de mis pasiones, la de cocinar. Y un poco fuimos haciendo eso, él aprendió a compartir mis pasiones y yo las de él porque de ningún modo habían estado tan presentes en mi vida una pelota de fútbol, los trenes y los autos como hasta ahora. 

Y de estar perdidos como en Tokio, él recién venido a este mundo y yo debutando con un nuevo lenguaje, aprendimos a ponerle subtítulos a nuestra relación. Pasamos a decirnos cosas maravillosas, a tener nuestro propio código que es como el secreto que se dicen Bob y Charlote al final. Uno de los momentos más mágicos de esta aventura que es la maternidad, es cuando escucho por primera vez de su boca una palabra nueva. Asistir a la aprehensión del lenguaje es una experiencia sublime para una licenciada en Comunicación que tenía una biblioteca llena de libros y ninguna letra para este guión. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

El grupito de whatsap

Me pasé invicta casi dos años, hasta que llegó el Día del Maestro. Recibí en mi correo un montón de mails de personas que no conocía (ni les había dado mi mail) proponiendo juntar plata para hacerle un regalito a la seño de la sala. Hasta ahí todo bien. Bueno, no tanto, proponían armar un grupito de whatsap y ya estaban enviando sus números de celular. Una amiga me dijo "Ahora te van a invitar a un happy hour". Entré en pánico, no por imaginarme en un boliche compartiendo tragos con algún bricolage puesto en la cabeza, sino porque tengo amigos que están en grupitos y les pasan cosas ridículas como por ejemplo recibir todos los días fotos de uno de los nenes de la salita, de ese solo ¿me explico? Son muchas fotos, una cada día de este nene haciendo cosas con su familia, en la plaza.... En ese grupito que es mixto, porque hay grupitos de mamis y por otro lado grupitos de papis; bueno, en ese mi amigo ya no sabe qué contestar y maldice el día que aceptó entrar. Y no quiere quedar descortés abandonando el grupo porque la tecnología es así de botona, les avisa a todos que los abandonaste, que los dejaste en el momento crucial de definir el regalito del día del maestro. Otra amiga tiene dos hijos en el jardín, así que recibe mensajes de dos grupitos al mismo tiempo. Agotador. Ya ni se acuerda si contestó que sí ponía plata para el regalo de la seño de la sala, de la de la pre hora, de la de post hora; o si sólo le compraban a la suplente porque la titular está de vacaciones y además es un desastre porque las nenas se pintan las uñas en la sala y ella ni se entera. Entonces, cuando ella se olvida de aportar a algunos de los debates recibe llamados de una incansable mamá que monitorea la dinámica del grupito y no acepta un no participar como respuesta. Mi amiga se tuvo que poner identificador de llamadas porque si ella no atiende el celular, la llama a la casa. 

¿Alguien pensó en el monstruo de dos cabezas que estaban creando cuando inventaron el whatsap? Digo dos porque para lo práctico está perfecto como el facebook para compartir fotos de las vacaciones para los amigos que están lejos, saludar a algún pariente lejano para el cumpleaños... pero ya esa manía de andar publicando frases célebres con fondo de atardeceres a cada rato....¡por favor! El problema de esto es que es gratis, así que propongo lo siguiente, señores masters of the universe of tecnology, arancelen los grupitos de padres de los jardines, nos hacen un favor enorme y se hacen unos manguitos. 

¿Cómo terminó mi 11 de septiembre? Contesté por mail que mandaba la plata, armé un sobre, lo metí en el cuadernito de mi hijo y lo despaché lo más rápido que pude rumbo al jardín. Ese viernes no tuvo clases así que me lo tuve que traer en la línea B hasta el microcentro que es donde trabajo. Ni sé qué le compraron a la seño, ni si se fueron de tapas por Palermo pero sigo invicta del grupito de whatsap y eso ya es bastante.

lunes, 31 de agosto de 2015

Terapias alternativas

Casi se nos pasó la mitad del año batallando contra los virus y las bacterias, ellas atentaron contra mi hijo, su salud y la mía sin descanso. Faringitis, laringitis, otitis, conjuntivitis y otras "itis" invadieron mi vocabulario, mis días y mis noches con fiebres repentinas y cese de actividades. Hubieron semanas en que la casa era una gran cuarentena porque después de mi hijo caía yo. Junté tantos certificados médicos como nunca en mi vida, llevé unos a mi trabajo y envié las correspondientes altas médicas al jardín. 

Pero como toda mami progre no estaba dispuesta a perder en mi lucha contra los gérmenes así que elaboré mi estrategia de terapias alternativas y pedí turno con el homeópata y con la nutricionista vegana. Cualquier similitud con Según Roxi es pura coincidencia o ¿es que no hay forma de escapar a todos los lugares comunes de mami progre? 

La entrevista con el homeópata cayó en todas y cada una de las preguntas del capítulo Consulta con Pepe Friedman: "¿Transpira de noche o en algún momento en particular de la madrugada ?" Cómo voy a saberlo? Acaso tenía que montar una vigilia de la transpiración nocturna de mi hijo? "Cuando estabas amamantando tomaste gotas? porque él está vibrando en phosphorus" Eso sonó a esotérico, directamente. "¿El transpira porque tiene calor o es friolento?" Mi hijo no se queja ni del frío ni del calor, recién ahora que va a cumplir dos años logra decir frío, así que yo lo vengo abrigando o desabrigando según mi termómetro de madre ¿habrá sido mucho?. El resultado fue sencillo, 3 gotas de phosphorus al acostarse y en dos meses volver.

La entrevista con la nutricionista fue devastadora. Salí indignada. Mis hábitos de cocinera naturista de alimentos orgánicos no le pareció suficiente y embistió contra los vegetales que no hay que mezclar (los que tienen semilla y los que no), procurarle un 80% de los alimentos crudos y erradicar la leche de vaca biodinámica, sobre todo por la mañana. En su lugar me dió unos licuados con leches vegetales de almendra, avellana y avena, con dátiles y otras cosas carísimas que venden en las dietéticas. Hasta ahora mi hijo nunca los quiso tomar, sobre todo porque le tiene miedo a las licuadoras, minipimers y toda máquina que se enchufe y haga ruido. A propósito, sobre esto el homeópata preguntó si había desarrollado algún miedo y cómo reaccionaba, si llorando, si tapándose los oídos... Al parecer todo tiene que ver con todo porque las gotitas lo solucionarían y así mi hijo podría tomar los licuados vegetales para por fin erradicar los lácteos que le estaban produciendo tantos mocos. 

El resultado fue abrumador, prácticas y recetas culinarias impracticables, cuatro panes de centeno puro tirados a la basura y una decena de licuados que me tomé sola porque mi hijo sigue sin quererlos. Pero como todo en la vida pasa, hace algunas semanas que no usamos el termómetro y mi hijo va de corrido al jardín. Yo sigo practicando menúes naturistas excepto el pan de centeno que lo compro en Hausbrot.





viernes, 15 de mayo de 2015

Desamor

Queríamos tanto a Ro, pero un día ella se fue. Me lo avisó una semana antes por whatsap como si me estuviera contando el parte diario "Estamos cantando con su cd" o "Salimos a dar una vuelta". Colapsé, mi hijo se quedaba sin niñera, yo me quedaba sin niñera y mi vida se venía abajo como una torre de rastis. La mujer con la que mi hijo había aprendido a comer, la que lo corría por toda la casa arrancándole una carcajada, lo dejaba. Mientras yo pensaba qué podía tener ella más importante que cuidar a mi hijo y me enojaba, pero tenía que contenerla porque ella me mandaba mensajes del tipo "Lo quiero como a mi hijo. Y aunque él se olvide de mí yo nunca me voy a olvidar de él". Me di cuenta que nos enfrentábamos a su primer duelo amoroso. El la miraba con amor, con complicidad, ellos reían juntos, se divertían. Y ella se estaba yendo.

Las semanas siguientes fueron terribles. Teníamos niñera nueva pero él la despreciaba. A pesar de ser un amor, Mila no lograba ser su nuevo amor. Y yo queriendo quitarle todo su sufrimiento tenía ganas de decirle que ya iba a encontrar otra, que mamá que te ama más que nadie. Pero mi hijo no se reponía de su ausencia, se desvelaba por las noches y lloraba con angustia, no había nada que lo calmara.  El no dormía, yo no dormía, la espiral del duelo metía su cola en el devenir de nuestras vidas. Iba a trabajar con ojeras y yo también extrañaba tanto a Ro.  Fuimos a ver a la pediatra y ella lo confirmó, el trastorno de mi hijo se debía a la pérdida de esta persona de referencia. Teníamos que tener paciencia y ser muy pero muy continentes, amor y paciencia. Como cuando uno consuela a alguien a quien le han roto el corazón.

Hasta que un día ella volvió. Vino de visita a despedirse como corresponde. Como corresponde después de semejante relación dado que su ida se había adelantado por una gripe que la obligó a faltar sus dos últimos días. Tengo grabada en mi memoria la cara de mi hijo cuando la vió, corrió hacia ella y estuvieron mirándose como dos enamorados. Ella le explicó por qué no podía seguir cuidándolo, y parece que él entendió porque esa noche durmió bien y pudo empezar una nueva relación con la otra niñera.


viernes, 27 de marzo de 2015

"Voy a ser papá"

Ellos cuatro se acababan de enterar que su amigo iba a ser padre. Estaban en el bar tomando unos cafés con cara de velorio. Mi amiga y yo llegamos como todos los miércoles, porque este barcito además de glamour, tiene un patio en el fondo donde nuestros hijos pueden andar sueltos y jugar con autitos. Apenas entramos nos preguntaron cómo se llamaban nuestros hijos porque, ante la sorpresa de la noticia, estaban buscando nombre. 


El futuro padre les contaba que las rayitas del test no estaban del todo claras así que, él y su mujer, habían entrado a la web a consultar el resultado. Era gracioso escuchar a un hombre hablando de las dos rayitas, siempre había asistido a las anécdotas de mis amigas mujeres. De cómo habíamos revisado y vuelto a leer las instrucciones, de cómo mirábamos una y otra vez las rayitas; de si se habían marcado enseguida o si habían tardado en salir, de si había falsos negativos o falsos positivos. Así que me dio ternura ver a este pibe sufrir el desconcierto y pensé para mis adentros bienvenido a la paternidad.

Entre conversaciones con mi amiga nos preguntaban algo y volvían a lo suyo. Escuché a uno de los amigos quejarse:
-Ahora es con cafecito, antes nos juntábamos en una parrilla y tomábamos cerveza.
A lo que el futuro padre contestó:
-Y ¿qué querés? ¿Que te diga que voy a ser padre con un choripán en la boca?
-No boludo, pero si arrancamos desde ahora con el café en lugar de la cerveza... 

El era el primero del grupo en asomarse al vértigo de la paternidad pero estaban todos preocupados, mirando el abismo que significa el cambio de vida cuando llega un hijo. 

miércoles, 11 de marzo de 2015

Ella, la actriz

Me estaba bajando del colectivo cuando lo escuché llorar, afónico. Me pudo el instinto y busqué al niño entre la gente que pasaba por la vereda. Apenas la vi no la reconocí a ella, la mamá del nene que hacía el berrinche, no se veía como en las revistas, radiante con esa luz que lo embellece todo, que los hace ver como la madre y el bebito perfectos. Ella fumaba, maldecía y corría atrás de su hijo. Estaban teniendo un día complicado. Y es que la vida no es foto sino película, y en esta película habían faltado los maquilladores, los iluminadores, los vestuaristas y los guionistas. Ella estaba un poco desaliñada y farfullaba maldiciones. Ella se veía cansada, abrumada, sobrepasada y le decía "qué carajo te pasa que estuviste así todo el día". Ella se veía como una madre cualquiera y no como una actriz. Ella estaba interpretando ese papel que se nos otorga el día en que nos convertimos en madres y nos enfrentamos con nuestros propios límites. Esos que pensábamos que nunca íbamos a franquear hasta que nos encontramos diciendo puteadas o gritando y llorando como histéricas ante la mirada atónita de nuestros pequeños. 

Esa escena me recordó la vez que fuimos a hacerle un book de fotos a nuestro hijo, nos lo habían regalado para su primer año. Nosotros nos habíamos separado justo un mes después de su cumpleaños. Le llevamos sus juguetes preferidos y algo de ropa. La fotógrafa nos ubicó a mi y a al padre de mi hijo en un perfecto encuadre que dio como resultado perfectas fotos. Los dos sonreíamos, jugábamos con nuestro hijo y nos abrazábamos. La vida era perfecta. Quedé destrozada después de interpretar semejante papel y nunca pude colgar ninguna de las fotos que hicimos. Desde hace un tiempo mi living está desnudo después de que descolgué todos los cuadritos con nuestras fotos del viaje a Europa del 2011. 

Si me preguntan si me imaginaba esta foto de mi vida a los treinti de separada con un hijo, les digo que no. Me imaginaba una instantánea de familia feliz yendo el primer día de clases al jardín con nuestro hijo. Pero la vida no es foto sino película y por mas reality que haya me quedo con la realidad,  me quedo con esta actriz haciendo de mamá verdadera y me quedo con mi yo en primer plano: auténtica, triste, desbordada, recompuesta, feliz y mirando para adelante.  



  

miércoles, 4 de marzo de 2015

Thelma y Louise

Apenas volvimos de vacaciones nos encontramos con mi amiga Cristina a tomar un café, ella tampoco había tenido las vacaciones soñadas. Me miró seria y así como quien pide la cuenta me dijo "Nos tenemos que ir un finde a un hotel spa". Y yo sin dudarlo le dije que sí. No me pregunten cómo hicimos ambas para, en el término de una semana lograr que nuestros hijos (ella tiene dos) quedaran al cuidado de sus padres y conseguir alojamiento en Carnaval, donde no cabía un alfiler en ningún hotel, hostería, apart, ni hostel.

Pero a ambas nos comanda una tenacidad sin igual y lo logramos, una finca en San Andrés de Giles, sin spa pero con una pileta que parecía el trono de los dioses del Olimpo. En serio, estaba construida sobre una loma, con un gran deck de madera que balconeaba sobre el campo, los árboles, la inmensidad. Desde ahí arriba, contemplamos el silencio y la ausencia de los repetidos "mamaaaaaa" que escuchamos a diario. Hablamos de nuestros hijos, tomamos sol, mate, nos metimos al agua, llamamos a sus respectivos padres a ver cómo estaban, tomamos sol, mate, nadamos, tomamos sol, más mate, dormimos la siesta...Un placer digno de dos diosas. 

Era la primera vez que dejábamos dos días a nuestros hijos y necesitábamos que el lugar fuera cerca por si teníamos que regresar ante algún llamado de emergencia. Por eso también, fuimos en mi auto (que a pesar de la licencia que me habilita aún no manejo). Logramos salir a la ruta antes de las 9 ¡Lo que es salir sin niños de viaje! Y cual Thelma y Louise, pero en versión argentina, nos abrimos paso entre la soja y los criaderos de pollos que dibujan el paisaje de la ruta n8. A diferencia de ellas, no necesitábamos liberarnos del yugo masculino sino del de nuestras criaturitas, eso seres a quienes tanto amamos. 

Mientras volvíamos, una amiga me preguntó por whatsap si había extrañado a mi hijo. Le contesté que no, y pensé "¿seré mala madre?". Así que le repetí la pregunta a Cris, que solemne me contestó "Para nada. Me podría haber quedado algunos días mas". Nos agarró un ataque de risa a las dos, por sentirmos cómplices de transgredir las leyes de la maternidad. 

A diferencia de estas dos heroínas, nuestro final fue feliz: regresamos sanas y salvas, hiperbronceadas, descansadas y felices de ver a nuestros hijos. Porque como diría Fito "dos días en la vida nunca vienen nada mal".



Este post está dedicado a mi compañera de aventura Cristina y a todas las madres que se quieran animar. 

lunes, 23 de febrero de 2015

Vacaciones

Una añora las vacaciones porque es ahí donde se va a descansar, o al menos a eso iba hasta que tuvo un bebé. Por qué insisten en preguntarte en el trabajo si descansaste, si saben que es imposible. En las vacaciones no está la niñera, ni la abuela, ni el jardín, ni nadie de los que a diario te ayudan. ¿Cómo se me ocurrió pensar que íba a descansar? ¿Cómo pensé que eso era posible si mi hijo arranca siempre a las 7?
Mis primeras vacaciones de madre sola planteaban un desafío extra. Por supuesto que ni rozaban el verano que habíamos planeado, así que pensé que irnos a Neuquén, donde vive la madrina de mi hijo (una de mis mejores amigas), y mi papá, eran una excelente opción. Pero sorpresa, el excelente puede cambiar a pésimo en un abrir y cerrar los ojos. Ni me imaginé que no tener cerca a su universo de adultos referentes lo iba a descalibrar así. Mi hijo, ese ser independiente que me despide agitando su manito cuando me voy a trabajar, se volvió un pequeño koala que sólo quería estar conmigo y a upa. "Mamaaaa" sonaba siempre como un grito urgente, aunque sólo hubiera ido al baño a pretender un pis de intimidad. Todo el día era al borde del llanto, tanto que me quedó resentido el tímpano, lo reconozco. Hace un mes que volví y no soporto escucharlo llorar.
Enseguida vi frustrada mi inmensa necesidad de descansar un poco de él, no quiero sonar cruel pero soñaba con tener una ducha tranquila, una siesta o un amanecer que no fuera al alba. Esas eran mis expectativas de estas vacaciones. Pensé que iba a estar feliz de irse a dar un paseo con su madrina y con su abuelo....no se rían, lo pensaba.
El tiro de gracia fue que se enfermara, dos días con angina virósica y los restantes con fiebre y una infección en el oído. Y cartón lleno, contagiarnos a nosotras dos. La casa de mi amiga terminó siendo una sucursal farmacéutica con cajitas de remedios, pañuelitos, nebulizador y mocos para repartir. Ojo, ella siempre le puso onda "Juntas en salud y en la enfermedad" me dijo riéndose.


Este post se lo dedico a Nati, que acondicionó su departamento para nuestra llegada como si fuera a parir. Te adoro preciosa!


miércoles, 7 de enero de 2015

Primerizas sobre ruedas

Como regalo de Navidad obtuve mi licencia de conducir. Este era mi segundo intento en una academia de manejo, sólo que compliclada por las vicisitudes de madre primeriza. Me había cansado de lidiar con los taxis y no me le animo al colectivo porque además de levantarlo a mi bebé y sus once kilitos, debería levantar al carrito, el bolso y mi cartera, todo eso cuesta arriba con una ballena con ruedas en movimiento. Y convengamos que los colectiveros tampoco se caracterizan por su amabilidad en esta ciudad. También me había cansado de tener un auto en la puerta de casa y no poder usarlo. Así que me había propuesto, contra viento y marea, conseguir mi licencia en el 2014 y abrirme paso a la libertad.

El teórico me desvelaba más que el práctico. Y eso era bastante ridículo porque teniendo una carrera universitaria encima que me había llevado a tragar pilas de libros durante años, nadie podía entender mi susto. Pero este examen era distinto, yo me sentía fuera de circulación, hacía mucho que había dejado las pistas del estudio, y hacerlo en este contexto de mujer mamá que no recupera las horas de sueño porque llora su bebé o ella porque se separó, me resultaba un verdadero desafío.

El práctico lo rendí un día antes de Navidad con dos mujeres más que resultaron un verdadero acompañamiento y contención. Las tres (una adolescente, otra de cuarenti y yo de treinti) le temíamos por igual a la maniobra de estacionar y a los gritos que nos pudieran proferir los veedores. Podría decirse que nos hermanaba el mismo sentimiento de primerizas y la misma vulnerabilidad. Sin embargo, salimos airosas y ni siquiera mi sandalia rota y precintada con cinta scotch y bandita elástica logró amedrenatarme. 

Lo dice la ley 24.449 las tres deberemos llevar esa P que nos designa como primerizas sobre ruedas. Las tres deberemos aprender a abrirnos camino en este enjambre de autos y urgencias que son las calles de nuestra bendita Buenos Aires. Las tres aportaremos nuestra dedicación y paciencia femenina a comprender las reglas y hasta desafiarlas. 


Este post va dedicado a Azafata Express y a la escuela de mujeres para mujeres Vilma Azcurra.