lunes, 31 de agosto de 2015

Terapias alternativas

Casi se nos pasó la mitad del año batallando contra los virus y las bacterias, ellas atentaron contra mi hijo, su salud y la mía sin descanso. Faringitis, laringitis, otitis, conjuntivitis y otras "itis" invadieron mi vocabulario, mis días y mis noches con fiebres repentinas y cese de actividades. Hubieron semanas en que la casa era una gran cuarentena porque después de mi hijo caía yo. Junté tantos certificados médicos como nunca en mi vida, llevé unos a mi trabajo y envié las correspondientes altas médicas al jardín. 

Pero como toda mami progre no estaba dispuesta a perder en mi lucha contra los gérmenes así que elaboré mi estrategia de terapias alternativas y pedí turno con el homeópata y con la nutricionista vegana. Cualquier similitud con Según Roxi es pura coincidencia o ¿es que no hay forma de escapar a todos los lugares comunes de mami progre? 

La entrevista con el homeópata cayó en todas y cada una de las preguntas del capítulo Consulta con Pepe Friedman: "¿Transpira de noche o en algún momento en particular de la madrugada ?" Cómo voy a saberlo? Acaso tenía que montar una vigilia de la transpiración nocturna de mi hijo? "Cuando estabas amamantando tomaste gotas? porque él está vibrando en phosphorus" Eso sonó a esotérico, directamente. "¿El transpira porque tiene calor o es friolento?" Mi hijo no se queja ni del frío ni del calor, recién ahora que va a cumplir dos años logra decir frío, así que yo lo vengo abrigando o desabrigando según mi termómetro de madre ¿habrá sido mucho?. El resultado fue sencillo, 3 gotas de phosphorus al acostarse y en dos meses volver.

La entrevista con la nutricionista fue devastadora. Salí indignada. Mis hábitos de cocinera naturista de alimentos orgánicos no le pareció suficiente y embistió contra los vegetales que no hay que mezclar (los que tienen semilla y los que no), procurarle un 80% de los alimentos crudos y erradicar la leche de vaca biodinámica, sobre todo por la mañana. En su lugar me dió unos licuados con leches vegetales de almendra, avellana y avena, con dátiles y otras cosas carísimas que venden en las dietéticas. Hasta ahora mi hijo nunca los quiso tomar, sobre todo porque le tiene miedo a las licuadoras, minipimers y toda máquina que se enchufe y haga ruido. A propósito, sobre esto el homeópata preguntó si había desarrollado algún miedo y cómo reaccionaba, si llorando, si tapándose los oídos... Al parecer todo tiene que ver con todo porque las gotitas lo solucionarían y así mi hijo podría tomar los licuados vegetales para por fin erradicar los lácteos que le estaban produciendo tantos mocos. 

El resultado fue abrumador, prácticas y recetas culinarias impracticables, cuatro panes de centeno puro tirados a la basura y una decena de licuados que me tomé sola porque mi hijo sigue sin quererlos. Pero como todo en la vida pasa, hace algunas semanas que no usamos el termómetro y mi hijo va de corrido al jardín. Yo sigo practicando menúes naturistas excepto el pan de centeno que lo compro en Hausbrot.