miércoles, 23 de septiembre de 2015

Como Perdidos en Tokio

Mi hijo cumplió dos años. El flashback con aquel día fue inevitable, aunque este fuera un día primaveral y no de tormenta como aquella medianoche en la que nació. Aunque en este yo estuviera feliz en lugar de aterrada, y aunque en este mi hijo y yo amaneciéramos de a dos y no de a tres como en la clínica. En Perdidos en Tokio, Bill Murray le dice a esta universitaria recién casada que encarna Scarlett Johansson "El día que nace tu hijo es el día más aterrador de tu vida porque todo lo que conocías hasta ese momento está a punto de desaparecer". Aquel septiembre de 2013 Santa Rosa se había demorado y conmigo cayeron un montón de parturientas que fueron llenando todas las habitaciones de la clínica. Afuera caían truenos y centelleaban relámpagos, veía cómo los árboles se agitaban en la tormenta mientras que en la habitación empezaba a agitarse mi propia tempestad. El reto de la enfermera por no habérmelo puesto en el pecho, la boquita desesperada de mi hijo que patinaba sobre un pezón sin forma, mi desesperación y la sangre que brotando junto con el calostro. 

Si me preguntan si me lo imaginaba así, aquello no y esto tampoco me lo imaginaba. Sus dos añitos separada del hombre con el que había querido convertirme en madre, y siendo feliz a pesar de esto o incluso con esto. Pero tampoco imaginaba que en mi se iba desarrollar este tipo de amor inclasificable que se lleva el mundo por delante y se me dio por llamarlo como carne y uña.  Tampoco imaginé que iba a ceder tan fácil al primer mamá para pasarlo a mi cama, cuando en algún momento de la madrugada pide por mí y resulta ser una delicia para los dos pasarnos un ratito acurrucados. Atravesamos momentos difíciles pero ahora que somos como carne y uña, me estallo de la risa ante sus gracias y él se esmera por hacerse el payaso y hacerme reír de nuevo. Ahora que somos como carne y uña corro por la vereda atrás de la pelota que el se insiste en patear a la zanja. Ahora que somos como carne y uña los dos nos ponemos los delantales de cocina, él arriba de un banquito y comparte una de mis pasiones, la de cocinar. Y un poco fuimos haciendo eso, él aprendió a compartir mis pasiones y yo las de él porque de ningún modo habían estado tan presentes en mi vida una pelota de fútbol, los trenes y los autos como hasta ahora. 

Y de estar perdidos como en Tokio, él recién venido a este mundo y yo debutando con un nuevo lenguaje, aprendimos a ponerle subtítulos a nuestra relación. Pasamos a decirnos cosas maravillosas, a tener nuestro propio código que es como el secreto que se dicen Bob y Charlote al final. Uno de los momentos más mágicos de esta aventura que es la maternidad, es cuando escucho por primera vez de su boca una palabra nueva. Asistir a la aprehensión del lenguaje es una experiencia sublime para una licenciada en Comunicación que tenía una biblioteca llena de libros y ninguna letra para este guión. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

El grupito de whatsap

Me pasé invicta casi dos años, hasta que llegó el Día del Maestro. Recibí en mi correo un montón de mails de personas que no conocía (ni les había dado mi mail) proponiendo juntar plata para hacerle un regalito a la seño de la sala. Hasta ahí todo bien. Bueno, no tanto, proponían armar un grupito de whatsap y ya estaban enviando sus números de celular. Una amiga me dijo "Ahora te van a invitar a un happy hour". Entré en pánico, no por imaginarme en un boliche compartiendo tragos con algún bricolage puesto en la cabeza, sino porque tengo amigos que están en grupitos y les pasan cosas ridículas como por ejemplo recibir todos los días fotos de uno de los nenes de la salita, de ese solo ¿me explico? Son muchas fotos, una cada día de este nene haciendo cosas con su familia, en la plaza.... En ese grupito que es mixto, porque hay grupitos de mamis y por otro lado grupitos de papis; bueno, en ese mi amigo ya no sabe qué contestar y maldice el día que aceptó entrar. Y no quiere quedar descortés abandonando el grupo porque la tecnología es así de botona, les avisa a todos que los abandonaste, que los dejaste en el momento crucial de definir el regalito del día del maestro. Otra amiga tiene dos hijos en el jardín, así que recibe mensajes de dos grupitos al mismo tiempo. Agotador. Ya ni se acuerda si contestó que sí ponía plata para el regalo de la seño de la sala, de la de la pre hora, de la de post hora; o si sólo le compraban a la suplente porque la titular está de vacaciones y además es un desastre porque las nenas se pintan las uñas en la sala y ella ni se entera. Entonces, cuando ella se olvida de aportar a algunos de los debates recibe llamados de una incansable mamá que monitorea la dinámica del grupito y no acepta un no participar como respuesta. Mi amiga se tuvo que poner identificador de llamadas porque si ella no atiende el celular, la llama a la casa. 

¿Alguien pensó en el monstruo de dos cabezas que estaban creando cuando inventaron el whatsap? Digo dos porque para lo práctico está perfecto como el facebook para compartir fotos de las vacaciones para los amigos que están lejos, saludar a algún pariente lejano para el cumpleaños... pero ya esa manía de andar publicando frases célebres con fondo de atardeceres a cada rato....¡por favor! El problema de esto es que es gratis, así que propongo lo siguiente, señores masters of the universe of tecnology, arancelen los grupitos de padres de los jardines, nos hacen un favor enorme y se hacen unos manguitos. 

¿Cómo terminó mi 11 de septiembre? Contesté por mail que mandaba la plata, armé un sobre, lo metí en el cuadernito de mi hijo y lo despaché lo más rápido que pude rumbo al jardín. Ese viernes no tuvo clases así que me lo tuve que traer en la línea B hasta el microcentro que es donde trabajo. Ni sé qué le compraron a la seño, ni si se fueron de tapas por Palermo pero sigo invicta del grupito de whatsap y eso ya es bastante.