viernes, 3 de octubre de 2014

El sueño es una pesadilla

El problema del sueño o que el sueño sea un problema no es novedad para los padres primerizos. En su nombre hacemos malabares y tenemos nuestras peores pesadillas. Que los bebés no duerman lo suficiente para que nosotros logremos descansar, que si duermen en la cama con nosotros, que llore sin parar cuando lo ponemos en su cunita, que se nos despierten cuando por fin logramos que se duerman, que no duerman lo suficiente y nos arruinen una salida o que se nos queden dormidos en medio de una obrita de teatro.
Un artículo publicado en La Nación recorre distintas opiniones profesionales acerca del dormir de nuestros hijos. La experiencia reciente me dice que no hay recetas, ni libritos para seguir al pie de la letra (cosa que me encantaría y me simplificaría la vida!), que el sueño como la maternidad, es una disciplina de la improvisación, la flexibilidad, el ensayo y el error.
Mi bebé había pasado a su habitación tempranamente, para sorpresa de mis amigas madres primerizas, pero cuando volví a trabajar tuve que repatriarlo a nuestro cuarto porque se despertaba muy angustiado. Del catre pasó precozmente a la practicuna porque un día lo encontré durmiendo con las patitas colgando y casi me infarto. ¿Cómo había logrado moverse si ni siquiera dominaba su cuerpito? Capítulo aparte, que alguien me explique cómo logran moverse los bebés mientras duermen porque es de no creerlo. De dormir en la practicuna en nuestro cuarto pasó a dormir en la cama con nosotros. Parecía un retroceso pero me resultaba más cómodo para la lactancia nocturna y él dormía sin despertarse tanto. Pero necesitábamos más espacio así que decidimos ampliar el territorio. Una king size puede ser lo mejor que te puede pasar, excepto a la hora de tener que comprar las sábanas y los acolchados que son carísimos! Igual, nos dimos cuenta que el espacio no era la solución, nuestro bebé se seguía moviendo y dibujaba su propia geografía: un ángulo de 90 grados en medio de nosotros trazando una H.
La crisis del octavo mes marcó un nuevo límite en el mapa nocturno. Eran berrinches infinitos por no querer acostarse pero yo necesitaba que mi bebé se durmiera para, al menos a la noche, disponer de una hora a solas conmigo misma y por qué no, a veces con mi marido. Entonces trazamos nuestros límites del territorio. Constantes y con mucha paciencia (me encantaría que se vendan tabletas de paciencia en la farmacia!), logramos acompañarlo para que se durmiera en presencia nuestra, en su dormitorio. Después de más de dos meses de ardua labor, mi hijo logró dormirse en su cuna a excepción de cuando está enfermo que pasa a compartir el lecho con nosotros o como ahora que cumplió un año y lo despierta una angustia recurrente en la madrugada. Me pregunto cuáles serán  sus pesadillas. Definitivamente las mías fueron creer que por meterlo en nuestra cama nunca más lo iba a poder volver a la suya. La irreversibilidad en los niños no funciona. Esa creencia de que si le das la teta cuando la pide la va usar de chupete y vas a vivir con la teta afuera para mí, es falaz. Al contrario, creo que posibilitar a que nuestro bebé tenga su teta cuando lo demanda hace posible que no la esté pidiendo las 24 hs del día. Lo mismo que compartir la cama con nosotros.

Mi breve encuesta casera arroja los siguiente resultados:
-de 10 bebés sólo 1 logró el hábito de dormirse sólo tempranamente
- 4 de 9 bebés lograron dormir en sus cuartos sólo después del año
- 6 de 10 comparten la cama con sus padres parcial o totalmente
-3 mamás hemos recurrido a especialistas y libros sobre el sueño
-todas nos hemos preocupado muchísimo por el sueño de nuestros hijos

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