miércoles, 8 de octubre de 2014

Los códigos de la plaza

La plaza tiene sus códigos y el arenero más, porque es un espacio chico y cerrado donde se supone que los niños juegan en armonía. Mentira. Ayer descubrí que este lugar puede ser el escenario de una masacre. Sobre todo cuando después de un fin de semana de lluvia la plaza estalla de pibitos, todos a la salida del cole y el jardín. Primer problema: la superpoblación.

Segundo problema: la mezcla de edades. Nene querido, estás más cerca de la pubertad que del chupete, claramente tu lugar no es adentro del arenero. Y ¿qué carajo hacés con la pelota de basquet acá? Tenía ganas de decirle todo eso mientras veía la pelota ir y venir como un proyectil por encima de la cabeza de los más chiquitos. Pero me contuve, tenía que ganarme el certificado de buena conducta.

Tercero: la obligada socialización. Flor venía de renegar igual que yo, de la plaza, ella menos preparada, todavía con la ropa de la oficina puesta "Me torra cuando nenes más grades se te acercan y se te ponga a dar charla. Andá a hablar con tus papás o con un amiguito. Yo quiero estar con Manu que no lo vi en todo el día". Nati agrega "Odio que los nenes grandes ostenten habilidades como hamacarse fuerte o treparse" como si una tuviera que festejárselas obligatoriamente. 

Cuarto: encontrarte a la mami progre. La venía llevando bien, fomentando el intercambio con otros bebitos, teniendo alguna conversación amable, prestando chiches, hasta que vino esa nenita, notablemente mayor y le manoteó el chupete a mi hijo, y junto con el chupete el vasito involcable. Ya lo había estado mirando con ganas cuando yo levanté la cabeza buscando a sus padres para avisarles que la nena tenía sed. Me preocupaba que tomara del vaso y ellos la vieran, qué iban a decir, tomando algo de un extraño... Con chupete y vasito en mano la nena salió al pique y atrás, corriéndola, otra al grito de "Juana devolvelo". Me levanté de nuevo buscando a los padres de Juana pero nada, hasta que se acercó una mamá (la de la nena que corría atrás de Juana). Le expliqué que la nenita que corría con el chupete de mi hijo puesto, le había arrebatado también su vasito. Y ella fresca me dijo "Ah, quedate tranquila, mi hija se crió asi, compartiendo vasos y chupetes y no le pasó nada. Acá es así, se inmunizan". Bingo! Ahora me tengo que sentir culpable porque no fomento el amor de libre cambio entre niños desconocidos y sin padre ni responsable en el arenero de alguna plaza porteña? Dale mami progre, no me vas a confundir, no soy una obse pero todo tiene un límite. La carita de mi hijo clamando por su chupete marcó el fin de nuestra visita a la plaza. 

Resultado: no obtuvimos el certificado de amigos del arenero.



Este post va dedicado a mis amigas Nati y Flor y a todas las mamás del arenero.

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