miércoles, 18 de junio de 2014

Madre primeriza y miope

Ser madre primeriza no es tarea fácil. Si encima de eso tenés una mascota, es menos sencillo. Y si para colmo tenés dos mascotas, dos gatitas que hasta que nació tu bebé eran tus nenas mimadas, uf! Pero imaginate si además de eso, una de tus gatas es sorda, como en mi caso, y no sabe maullar a volumen gato promedio y tira unos alaridos disonantes a volumen grito. Bueno, definitivamente la cosa se pone áspera.
Me levanto una mañana, como todas en las que Rubí se cuelga de la manija de la puerta de nuestro dormitorio para entrar y yo corro atrás de ella para retarla porque no quiero que despierte al bebito. Entonces llego a la cocina porque Atenas, la sorda, ya empezó a gritar por su comida. Pero no me da tiempo y tira la lata del alimento que hace un estruendo latoso contra el piso de la cocina. La reto, le digo que se calle, pero ella no me escucha y grita pidiendo mimos. Le hago unas palmaditas en el lomo, sin ganas, porque estoy pensando en volver a la pieza, a aprovechar los minutos que me quedan antes de que se despierte el bebito. 
Después de un rato nos levantamos todos: el bebito, mi marido, las gatas y yo. En el living descubro un olor fuertísimo y temo le peor. Le digo a mi marido "Estas hicieron pis adentro". Me doy cuenta que habíamos olvidado las piedritas en el patio y entonces me pongo a buscar como loca dónde hicieron pis. Encuentro el peor lugar donde pudieron haberlo hecho y entiendo el mensaje. Algo así como "Fuimos desplazadas por este nuevo ser que nos manotea torpemente y nos persigue por la casa, estás de mal humor, nos retas todo el tiempo y ya no jugas con nosotras". Elucubro todo eso en mi cabeza y me siento cupable pero me enfurezco porque ellas hicieron pis en el huevito. 
Así arranca mi día: el bebito que pide un cambio de pañal porque se hizo caca, las gatas que mearon adentro, yo de rodillas en el baño lavando la funda del huevito con un cepillo. Me siento la Cenicienta del cuento, en pijama, sin haberme podido lavar los dientes con un universo de vocesitas clamando ser atendidas.
Me voy a trabajar y vuelvo corriendo, no llego, se va la niñera así que me tomo un taxi. En el taxi me hago consciente del agotamiento, se me caen las lágrimas pero no quiero llegar a casa y que me vean así. Para disimular me pongo los lentes de sol, unos RayBan que son enormes y me tapan la cara. Le pago, me bajo corriendo y entro a casa. Justo a tiempo, se va la niñera. Me hago unos mates y todo se ve muy oscuro, tengo puestos los lentes de sol, lanzo una puteada porque me dejé los anteojos en el taxi.
La jodita del olvido me sale carísima: una visita sin turno al oftalmólogo porque eran el único par de anteojos que tenía "Con tu miopía y astigmatismo tenés que tener uno de repuesto" me reta el médico, rogar en la óptica que me los hagan lo antes posible, andar dos días con anteojos de sol en la oficina siendo el blanco de preguntas "estás bien? te pasó algo?" y $500.
Tener dos gatas, una de ellas sorda, ser madre primeriza y miope, uf! Puede convertir tu día en una imagen borrosa que prefieras olvidar.



2 comentarios:

  1. Genial!!! Siempre les digo que admiro que a las complejidades de la maternidad y del día a día le sumen el cuidado de mascotas! Cuánto amooorrrrr!!!

    ResponderBorrar